MIS PASOS

Señor, gobiérname, gobierna sobre mí, para que todo sea más sencillo. Mi misión sería más clara. No sé las palabras de tus oraciones y quisiera decírtelo pero no soy digno. Entonces, ¿por qué me diste una misión tan terrible y aterradora? Me gustaría tener hijos pero conozco el futuro. ¿Por qué me lo mostraste? Se suponía que debía salvar a los niños y me detuviste para llevarme por otro camino. Abrázame Señor, gobierna mi corazón porque gotas negras gotean y mis manos tiemblan y la oscuridad es tan fría y pálida y la anhelo y permites que me desvíe. Pero ahora mis pasos están dentro de tu luz y quedaré sentado en tu última cena y tragaré todo veneno para salvar a esta humanidad.

I’VE SEEN EVERYTHING

Como un mar de seda Rojo fuego del otoño yo quemo Y protegidos del sueño dentro de mi se moverán Lentamente las llamas No se como controlar esta angustia criminal por vivir Hay algo mas grande que yo Es algo mas grande que yo. ¿Sabes que cuando el mundo te cae encima, estás aplastado y no puedes levantarte? Cuando los pulmones arden, los músculos tiemblan, pero ¿lo que sea que hagas se queda ahí abajo, aplastado? Levanté muchas capas por encima de mí, la más pesada de todas era mi padre. Sobre mí una historia que nunca podré contar porque un rostro sin rostro no se puede olvidar. Estaba escrito, pero lo vi antes de que sucediera. Dicen que quienes sufren traumas de niños adquieren entonces extraños poderes. Vi lo que vendría de Oriente, les dije, pero nadie me creyó. No tienen destellos distantes. No tienen truenos ni sacudidas. Ni siquiera tienen la previsión de enviar algunas nubes negras primero para anunciar su llegada. De repente sientes el agua, espesa como una pared repentina, que envuelve los contornos de los edificios y se desliza sobre las curvas de los autos en la calle. Y se oyen los resoplidos desconsolados de los que se han olvidado del tendedero del balcón, de los que aún no han bajado al perro, de los que tendrán que trabajar todo el día al aire libre, de los albañiles que se refugian en la panadería. Y yo, que camino bajo esta continua caída de gotas heladas del tamaño de una almendra. Camino desprevenido y resignado, pero una sonrisa se abre levemente cuando noto las cosas habituales que siempre me han fascinado de la lluvia, pero tú tienes la tuya, ¿qué sentido tendría decirte la mía?


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